Las peripecias

En las tragedias griegas, si no estoy mal, tenemos generalmente a un héroe que al perseguir un objetivo, se topa constantemente con obstáculos que cambian su suerte o el estado en el que se encontraba. A estos giros se les llama "peripecias".

Ayer estaba charlando con dos amigas mías, estábamos en plan de recordar nuestro corto pasado, pues aún somos jóvenes, y nos reíamos de cómo hemos cambiado y de la forma en la que malas experiencias nos han dejado las mejores enseñanzas y nos han hecho crecer. Como explicaba en la entrada pasada, tengo amistades que se especializan en reírse de lo que me pasa, y ayer mi amiga se justificó diciendo que a mí especialmente me pasan demasiadas cosas extrañas.

Lo acepto, mi vida ha estado plagada de peripecias: de sucesos fuertes emocionalmente, sorprendentes, increíbles, increíblemente incómodos a veces; que me marcan profundamente y me mandan por un rumbo distinto, ya sea en uno u otro aspecto de mi vida. Y no me parece malo, pero tampoco me parece grandioso... Llevo desde que entré a la universidad pasando de una peripecia a otra sin parar, y me estoy cansando. Es que no las quiero ni enumerar, en este blog puede verse la narración de varias de ellas. 

Ayer cuando reflexioné que no he parado, y que estoy un poco cansada de tanto trajín, recordé que cuando era adolescente, antes de graduarme del colegio, sufría mucho en vano y estúpidamente porque pensaba que en mi vida nunca pasaba nada interesante. Nadie dice que no fuera cierto, tuve una juventud temprana moderada y más bien tranquila que ahora añoro; pero quería conocer cosas nuevas y buscar aventuras, siempre para entender quién soy y a qué vine al mundo. Ese era mi objetivo de heroína de Homero, entender quién soy y a qué vine, y todas las peripecias siempre han sido de una u otra forma en función de eso. 

Comentarios

Entradas populares