Consagración por el método de San Luis Maria
Quién se ha dedicado a seguir mi historia en este blog, puede concluir que mi prometido y yo no la hemos tenido fácil, sobretodo últimamente con todos aquellos problemas familiares y la falta de empleo que nos impide casarnos, o incluso elegir una fecha para nuestro matrimonio. Sin embargo, este blog no es sólo una historia de amor, es también una historia de conversión, en un proceso que, según nosotros los católicos, nunca termina y en el que siempre hay algo en lo cual crecer y lo cual pulir.
Es por esto que, viéndonos necesitados y humillados hasta tal punto, decidimos volcar nuestras esperanzas hacia Cielo, como desde un principio debió ser, y dimos un paso tan crucial en nuestra vida espiritual que como diría un amigo, equivale a volver a nacer: Nos consagramos a Nuestro Señor Jesucristo por manos de Nuestra Señora la Virgen María, con el método de San Luis María Grignion de Montfort. Los siguientes párrafos han sido escritos en colaboración con mi prometido, para compartirle al mundo como pareja lo que hemos vivido al prepararnos para la Consagración y luego llevarla a cabo.
La crisis espritual de no habernos casado aún
Lo cierto es que esta situación de conflicto con nuestras familias se habría resuelto fácilmente con habernos casado pronto. De alguna forma el matrimonio habría obligado a nuestras familias a aceptarnos como pareja, o al menos nos habría permitido no tener que padecer esas tensiones de forma cotidiana. Pero como si fuera una cruz de la que no pudiéramos escapar, esta situación se ha venido prolongando mes a mes, haciendo que vivir en nuestras casas vuelva a la normalidad permanente de antes de nuestro viaje, o a una rutina aún peor que en ese entonces.
Además, ante la desesperación de querer conseguir el trabajo que nos permita casarnos hemos recurrido a toda clase de devociones: la novena a san José, al Sagrado Corazón, a San Pancracio, etc.; y pesar de toda la esperanza que poníamos en cada una de estas devociones, el empleo no llegaba. Esta frustración inevitablemente acabó en una sequedad espiritual, detonada por el hecho de que se acercaba el 7 de Octubre, fecha en que habíamos propuesto casarnos, y era evidente que no nos podríamos casar.
En este panorama, decidimos mantener esa fecha como algo especial y resolvimos consagrarnos a Jesús en María según el Tratado de la Verdadera Devoción. La lectura de este Santo nos iluminó mucho sobre las tentaciones que estábamos viviendo en nuestra espiritualidad, y sobre cómo necesitábamos un verdadero abandono para abrir nuestras almas a gracias más elevadas.
La devoción de los fieles que acumulan méritos
Una de las primeras realidades que nos chocó al leer el Tratado de la Verdadera Devoción, fue comprobar el poco valor de las acciones y los méritos que pretendiamos haber acumulado, sólo por haber sido inspiradas por un espíritu errado. En efecto, cada novena o devoción nacía, no del amor desinteresado hacia Dios, sino de la esperanza de obtener con ello un bien temporal. Esto es muy común en la piedad popular, y sin vanidad alguna, creemos que Dios buscaba de nosotros una entrega mucho más auténtica y sincera.
Cada mérito espiritual que uno logra parte únicamente de una gracia especial de Dios, y muy pronto vimos que el haber encontrado esta devoción que enseña San Luis María es también una gracia, la gracia de entregar y abandonar todo mérito espiritual de nuestras obras y de esta forma renunciar a aquello en que poníamos nuestras expectativas. Así nos guardábamos de la tentación de la soberbia que los méritos espirituales producen, como si de verdad pudiéramos tener algún crédito frente a Dios.
Se me ocurrió un día, como iluminada por el Espíritu Santo, que la devoción a la Santísima Virgen es la mejor para quienes hemos estado convencidos de lo buenos que somos, porque al verse uno mismo después de haber visto la humildad profunda y las completas obediencia y pureza de María, se da cuenta uno de lo malvado y sobretodo indigno que tiene el corazón. Para poder entregarnos por completo a Dios teníamos que entender que si algo que hiciésemos iba a ser un poquito bueno, era porque Él lo quería para su gloria, y para que se le devolviera como acto de amor y pobre retribución por tanta bendición recibida; no para "a cambio" recibir lo que deseamos, como si se tratara de una especie de amuleto de dios pagano.
La consagración que propone San Luis María Grignion de Montfort
La devoción que propone San Luis María consiste en la consagración total a Jesús a través de María. Se trata de entregarse a María para que ella haga de nosotros una ofrenda digna de la Santidad de Jesús, adornándonos con sus dones y sus gracias, para que Jesús, reconociendo en nosotros la imagen de su Madre Admirable y Amantísima, viva en nosotros como lo hizo durante nueve meses en el seno de la Santísitma Virgen. Hay que entregarse voluntariamente a María en condición de esclavo, abandonando toda propiedad sobre las obras espirituales, que ahora le pertenecerán por completo a María para que ella disponga de los mismos con total libertad.
La devoción comporta una serie de prácticas exteriores, el Angelus, el Santo Rosario, la comunión frecuente, etc., que son tal vez la parte más fácil de esta devoción. En realidad, lo más difícil ha sido perseverar en la entrega y el abandono de todas las expectativas y méritos de las propias acciones. Esa devoción interior, esa entrega espiritual, esa renovación del acto de voluntad por la cual el alma se pone en manos de la Santísima Virgen, sin guardarse nada para sí, es el tesoro central de esta Verdadera Devoción, el camino privilegiado por el cual el alma es purificada.
Ha pasado una semana desde que nos entregamos, después de un mes de ardua preparación en el que leímos la Palabra de Dios y ejercitamos nuestra oración con disciplina todos los días. Ya en esta semana, no han sido pocas las tentaciones. Las prácticas exteriores se hacen difíciles de llevar a cabo todo los días sin falta, y la imagen de nuestra Dueña y Señora se disipa cuando por un segundo se pierde la observancia sobre la propia vida, y se da cuenta uno de lo malos que son algunos hábitos que se tienen. Vivimos en una época en la que el mundo invade sin clemencia la vida privada.
No obstante, la mayor parte del tiempo la experiencia ha sido increíble y de un crecimiento exponencial en materia de madurez de la propia alma. Jamás se está solo, la Santísima Virgen está participando de cada actividad y pensamiento, y uno no quiere más que ser digno esclavo y hacer lo que sería su Voluntad, imitarla en todo, tener sus mismos gustos, su mismo sentido del humor... Saber que uno sirve a tan gran Ama da una seguridad y un aliento para seguir adelante con la vida cotidiana, que es casi como si todo cobrara un sabor distinto, y como si uno mismo se perfumara con un aroma nuevo. Los ambientes siguen siendo exactamente los mismos, pero uno ha cambiado con respecto a ellos, y el cambio se presenta positivo y ameno para los demás.
Como me costaba mucho entregarme por la soberbia de querer construir mi personalidad a mi gusto, le dediqué un amplio Inventario de Espacios y Tiempos a María, y le entregué cada una de mis posesiones y horas del día. Me siento libre y liviana de saber que no es más mi responsabilidad ser agradable al Padre, porque uno nunca sabe serlo, ella sí, mejor que nadie. En la Eucaristía previa a la Consagración invoqué brevemente a San José, y también me acordé de mis patronos de nacimiento San Pedro y San Pablo. De repente tuve la certeza de que nos hacíamos esclavos de amor frente a toda la Corte Celestial...
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