Preparación para el matrimonio
Mi prometido y yo llevamos dos años de compromiso. No es que así lo hayamos querido... Es simplemente que aún no ha llegado el tiempo que Dios nos tiene dispuesto. Sin embargo, tomamos la precaución de hacer el curso prematrimonial en Inglaterra, en el año que estuvimos por fuera. El curso lo daba el padre, al que yo poco le entendía por su marcado acento galés, además parecía que él lo improvisaba mucho, lo digo con todo el respeto. Complementábamos esta formación escuchando unas charlas (en español) de otro sacerdote por internet, y así fuimos conociendo acerca del tema con más profundidad.
Todo esto que cuento fue hace más de un año. Dado que otro año ha pasado y las cosas que deben darse para que nos casemos no se dan, fuimos hace unos días a hablar con nuestro párroco y él nos regaló un libro para que continuáramos formándonos. Alguien pensará que en este punto ya debemos tener muy claro todo, o alguien pensará que no puede ser tan difícil comprender este sacramento, pero la verdad es que a cada fuente le hemos sacado algo diferente, algo nuevo siempre ha salido.
El curso que hicimos con el sacerdote en el extranjero fue sobretodo alrededor de la relación que teníamos con nuestras familias, y la familia que vamos a formar a partir de lo que cada quien es, resultado de su crianza. En esta primera etapa enfrentamos las diferencias y similitudes del modo en que cada uno creció, y las debilidades y fortalezas de nuestros padres, que son complementarias en la mayoría de casos, pero que también son a veces compartidas por ambas parejas y que hacen que nos entendamos tan bien mi prometido y yo. Ambos tenemos padres que siguen juntos, y eso es crucial en nuestra decisión de casarnos, no obstante, ambos llegamos con perspectivas diferentes acerca del matrimonio. ¿Cómo es esto posible si el matrimonio parece tan simple de definir? Es una reflexión interesante de hacer, y todas las parejas deberían llegar a este punto antes de presentarse ante el altar.
El curso que escuchamos por internet ofrecido por otro presbítero, nos proporcionó el trasfondo teológico y doctrinal del matrimonio como sacramento. Aprendimos que al casarnos cada uno ha de ser instrumento de redención del otro, y que nuestra mayor meta es alcanzar la salvación nuestra y de nuestra familia. Fue una etapa muy bella porque nos dimos cuenta de la dimensión tan grande, y del plan de Nuestro Padre al habernos permitido encontrarnos. Lo que somos, nuestra personalidad, debilidades, todo fue dispuesto para que con ayuda del otro crecieramos en santidad, para que sin el otro aquello no fuera posible, y por eso ésta es nuestra vocación.
Por último, el libro que nos prestó el párroco, del que no vamos ni la mitad, nos ha mostrado aspectos más prácticos, y sobretodo nos ha exhortado a comenzar el proceso más duro e importante en la preparación: Despojarnos de nuestro egoísmo. En el libro se insiste en que lo más importante para casarse es haberse despojado de cualquier egoísmo, o al menos haber empezado y saber cómo controlarlo y cómo vencerse a uno mismo. El sacrificio en los hombres, y la sumisión en las mujeres, son las virtudes por excelencia aplacan todo ego y que permiten que los matrimonios sean llevaderos hasta el final de los días de la pareja. Cultivarlas es tan crucial que si no las hay el matrimonio se desmoronará, porque quienes se han casado buscándose a sí mismos, algún día habrán tomado todo lo que el otro les pueda dar, se aburrirán y se irán; o no harán el esfuerzo de comprender y aguantar los defectos del otro, y también se irán.
Quien sabe qué más guardará este librito para nosotros, yo sólo sé que es una bendición grandísima el poder prepararnos tan bien para el día en que comencemos una vida juntos. Yo invitaría a otras parejas a que se formen lo más posible, porque nada sobra; y a quienes creen que tienen vocación para el matrimonio, así aún no tengan novio o novia, los invito a que se vayan desprendiendo de sí mismos, y a que mortifiquen sus caprichos y combatan sus vicios desde ahora, para que todo les sea más fácil.
Lau gracias por compartir tus pensamientos y su experiencia en estos años de camino y preparación a este sacramento. Dios los bendiga y los siga formando para ser una pareja santa.
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