IX
Comencé este blog hace ya casi tres años con la intención de contar mi historia de conversión, que va inevitablemente ligada a la historia de mi prometido y yo. Invito a los lectores a que se remitan a las entradas tituladas con números romanos para que se contextualicen y luego si lean esta novena parte que narraré hoy.
Después de el incidente en el que la admiración que sentía por Beorn me hizo explotar en un acto impulsivo, ambos nos separamos sin despedirnos, avergonzados. Llegó el día en el que obligatoriamente teníamos que vernos, y ambos sabíamos que teníamos que hablar de lo que había pasado, así que nos pusimos cita para esto. Estaba atardeciendo cuando nos encontramos y ambos estábamos sorprendentemente tranquilos. Beorn estaba ligero, feliz, y yo de verlo así intuí un único final para el día: el final con beso. Charlamos largamente de otros temas y de asuntos personales antes de llegar al hecho de que nos habíamos enamorado. Fue una tarde muy feliz.
Aunque yo no quería nada más que pasar con él toda mi vida, utilicé aquel recurso de rutina que se tiene hoy en día: le dije que si se sentía presionado, podíamos no llamarnos novios aún, hasta que ambos viéramos que eso era lo que queríamos. Él no estuvo de acuerdo para nada y me hizo la corrección que más voy a recordar y agradecer en la vida: que si queríamos estar juntos era en serio, o simplemente no, y eso implicaba dirigir nuestro noviazgo al muy posible matrimonio. Desde el noviazgo nuestra relación iba a implicar compromiso y entrega, y así es hasta el día de hoy.
Así concluye la historia de nuestra amistad hasta que comenzamos el noviazgo, que es lo que vivimos hoy en día a pesar de que hace un tiempo estamos ya comprometidos formalmente para casarnos. El compromiso y la entrega del principio han sido probados numerosas veces de las maneras más inesperadas e incómodas. En los 3 años que llevamos juntos hemos tenido obstáculos que jamás habríamos imaginado y a pesar de la angustia y la fragilidad de nuestros caracteres, hemos superado cada prueba. Si no fuera porque ambos miramos en dirección a Dios y entre los dos nos ayudamos a crecer espiritualmente y como personas, no habríamos llegado juntos al día de hoy. Lo que yo llamé "conversión" al principio de este blog, no fue más que el hallazgo de mi vocación como esposa de Beorn. Realizándonos en la vocación al matrimonio a la que fuimos llamados nos "convertimos" más constantemente y caminamos guiados por Cristo apoyándonos el uno al otro.
La prueba más grande hasta ahora ha sido la actual espera para poder casarnos. No nos hemos casado porque ninguno de los dos tiene empleo, y no tenemos dinero para empezar una familia. La espera ha sido ya tan larga que nuestras expectativas y planes para el matrimonio han bajado y bajado de nivel hasta el punto en el que estamos dispuestos a hacer una ceremonia austera y sencilla y a empezar nuestra vida de casados con muy poco. El problema es que nisiquiera contamos con lo mínimo.
Tal vez algún día escriba aquí sobre nuestras batallas como novios, mientras tanto tengan por seguro que escribiré con gran detalle sobre el día maravilloso en el que nuestro sueño de empezar una familia se haga realidad.
Comentarios
Publicar un comentario