VI

De pronto no es una idea tan brillante... Muchas intuiciones se descartan así, y hacemos bien en discernir cada una de ellas. 

Tenía yo la certeza extraña de que había conocido al hombre de mi vida, después de unas cuantas relaciones fallidas, pero no dimensionaba la seriedad del asunto. Resultó que conociendo mejor a mi amado Beorn, el encanto disminuyó bastante. ¿Por qué habría de alargarme en este punto? Todos sabemos que nadie es perfecto en este mundo, y en efecto, Beorn podía ser pretencioso y acaparador de atención cuando de mostrar su conocimiento se trata. Yo me tropecé con todo aquello.

Sin embargo, estar orando constantemente había dado como fruto la humildad y la paciencia que necesité para entrar poco a poco en la vida de este oso ermitaño.

Describiré un poco a Beorn: Él es un muchacho joven, apenas algo mayor que yo;  alto y rubio, con gafas y algo jorobado de tanto agacharse para escuchar a las demás personas. Su rostro es noble y de facciones impecables, como si descendiera de la realeza de algún país, no obstante sus ojos están siempre esquivando los ojos de sus interlocutores (así soy yo también). Posee un vasto conocimiento de muchas cosas, especialmente de lo que a nuestra Iglesia Católica respecta, y un gran celo apostólico. Usualmente, o repele o es profundamente admirado. Yo lo admiré desde entonces, y lo haré hasta siempre.

Beorn había estado haciendo el proceso de discernimiento para entrar al seminario a prepararse para ser sacerdote, pero finalmente no lo había hecho. Esto había sido antes de que nos conociéramos. Jamás había tenido una novia, y era de salir muy poco, a pesar de que sus círculos sociales son muchos y amplios. Por esa época nos veíamos casi todos los días para ensayar los cantos de Semana Santa. Él se mostraba hermético con sus cosas personales, y no muy interesado en las mías tampoco, pero yo seguía insistiendo, soportando el hielo y los colmillos de vez en cuando. 

Un día peleé con mi mamá, y llegué a reunirme con él muy alterada. Le pedí que me dedicara un momento para escuchar mis problemas, para que habláramos de eso. Aquella noche lluviosa fue reveladora. Algo sucedió y Beorn me abrió su corazón un poco, pude ver su interior, pude ver al chiquillo de imaginación despierta y generosa dotación de inteligencia cuyo incontenible mundo interior lo hacía incomprendido. Me enamoré y me propuse cuidar a este gentil gigante, aún más, con más convicción.

Un muro había caído, pero quedaban más.




Comentarios

Entradas populares